Siempre diligente, valiente Cascamorras
Dice mucho de Guadix el hecho de que se haya querido mantener
entre los capítulos de nuestra historia un antihéroe como protagonista de una
popular fiesta. Todos apostarían por el caballo ganador. Por una figura
heroica, singular y capaz de conseguir victorias. En cambio, Guadix se
enorgullece de tener entre sus personajes más idiosincrásicos a un habitante
particular: el manso, manchado pero diligente Cascamorras.
La infinita y constante valentía de la persona que encarna a
Juan Pedernal, a sabiendas de su sonada derrota, llena de esperanza y dignidad
la tradición en la que alguien anualmente se encamina hacia Baza, con el deseo
como castigo, con la idea de recuperar una virgen que nunca le perteneció pero
que como promesa quedó anquilosada en los anales de la memoria.
De esta forma, el Cascamorras, impoluto e inmaculado,
arlequinado de lunas y estrellas, avista la vecina Baza, donde es recibido por
una marea pétrea y oscura que lo envuelve y desafía. Estalla un cohete. Avanza un tamborilero. Danzante, como si la
virgen le expidiera una jáquima con la que arrastrarlo hasta ella, orbita la
porra que lo defiende y se lanza por los desfiladeros y calles estrechas sumido
en el tribal vendaval de negrura. Un sentimiento primitivo se despierta en la
piel de los bastetanos, levantándolos de fiereza e intuitiva defensa por
proteger aquella “Piedad” aclamada, cinco siglos atrás.
A su vuelta, anotando una derrota más en su haber, el
Cascamorras se encuentra con un Guadix septembrino. Y es la ciudad, el propio
paisaje, quien en esta ocasión lo cubre con un manto de pura arcilla. Es un
hombre de barro, como una estatua viva, el que ahora corre por las calles
accitanas embravecido por haber cumplido la misión: peregrinar hasta la
Merced y recordarle a los pies de la virgen que, si aún no está en ella la decisión de
obrar milagro, en Guadix se la venera y tras quinientos años de fracasos, es
victoria alcanzarla y orarle en nombre de la ciudad bajo el más ínclito de sus
embajadores.
Esa es la esencia y la gran lección que muestra esta fiesta.
Patrimonio inmaterial que hermana nuestra ciudad con la vecina Baza, con quien
tantos lazos históricos nos unen, y más estrechamente abrazada por esta
tradición conjunta. En las últimas décadas, se ha luchado con constancia,
liderados por la Hermandad de la Virgen de la Piedad, para mostrar de ella un
rostro verdadero y actual. Se pudo alzar como Fiesta de Interés Turístico
Internacional, pero el camino continúa, y nuestro Cascamorras debe formar parte
de nuestras calles, todos los días del año. Desde ADEPA, animamos a las
instituciones y a la propia Hermandad a trazar un proyecto que deje huella en
el Guadix diario. Que quien no coincida en septiembre por nuestra tierra pueda
también recorrer esa ruta de homenaje a la valentía encarnada por el
Cascamorras, cuya leyenda lo desviste de ser hombre o mujer, y lo elige como
accitano o accitana de raíz, quien tome el relevo a la osadía de la rendición
anunciada. Que la constelación que porta en su pecho siembre la universalidad
en esta hoya, cuna de la historia, como es la bienhallada Guadix, cruce de
caminos.
Seguramente no hubo lugar mejor donde germinar esta historia
como en Guadix y Baza, regiones marcianas de barrancos ariscos, donde el amor y
la devoción son las verdaderas fuentes que manan y allanan el camino
cascamorrero.
Francisco J. Ibáñez Gea
Directiva ADEPA



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