Piedra a piedra

 

Es atávico el empedrado que por casualidad y capricho podemos encontrar en nuestra ciudad, y que hoy lo apodamos como “granaíno”. Ese tipo de mosaico con teselas de piedras blancas y negras, dispuestas en motivos florales o simplemente serpenteando con su gracia la acera, es una muestra de artesanía genuina que no debemos, bajo ningún concepto, perder de vista.

Es paradójico apreciar que cuanto más paupérrimos eran los tiempos, con más mimo se demostraba el hacer y daba resultados tan geniales como el empedrado firme y sereno, al igual que una manta de nácar con un sarpullido dálmata azabache, que hoy se exponen en algo tan humilde como un suelo. ¿En qué momento se cambió eso por el granito y el asfalto? ¿Qué sociedad queremos construir si no empezamos a cuidar los cimientos? Indudablemente hemos optado por lo aparentemente funcional. Y quede constancia de lo aparente, pues es notoria la de veces que hay que repasar las calzadas y renovar los acerados. Lenguas de lava dejan correr la grava a mansalva. El hedor se impregna desgastado trepando por los muros. Su robustez lo hace frágil y no se deja esperar el piquete que comienza a taladrarlo y contagiarlo de socavones. Es la carcoma de la carretera. Se salvan todas aquellas que en algún momento recrearon el adoquinado tradicional y habrán podido comprobar que no es necesario acudir a taller con la frecuencia del asfaltado.

Y mientras, las aceras “engranitadas” arrojan como una losa la apariencia a cementerio de todo sobre lo que se esparcen. La plaza del Conde Luque se sentenció con la última reforma donde se asoló del burdo granito, esquilmando en ella el sabor tradicional del que podría disfrutar. A eso privar también de las termas romanas encontradas en ese lugar, sin una señalización o información que precise del valor histórico que recoge el recinto. Las míticas, fotografiadas y costumbristas escaleras de la calle Santiesteban sufrieron un atentado, réquiem por ellas, a coste de comodidad, ya que han perdido el rostro buscado y cómplice de los siglos que custodiaba. A sus pies, aún casas centenarias, de las pocas que quedan en el entorno destruido de la plaza, sin ningún cuidado o aprecio.

Ante el anuncio de la reforma en la plaza de Villalegre, ADEPA pidió al consistorio que reflexionara sobre cuál podría ser el material más adecuado para embellecer y ennoblecer un espacio que disfrutarían los vecinos y todo aquel que pase por Guadix, buscando el ángulo perfecto a la proa de Santa María del Buen Aire para encuadrar ese privilegio y suerte que suponen el atardecer con una catedral arrebolada, y los cipreses y pelícanos del obispado haciendo guardia al caer de la luz del día. Pues no. Los lotes de granito que han derrumbado el paso en la plaza de las palomas, también han sido colocados en la que podría ser una de las plazoletas más bonitas de Guadix. Cambiemos esta tendencia. Piedra a piedra, los detalles cuentan.  


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