Un sombrero con tres picos
El 2 de agosto de 2024 se cumple el 150 aniversario de la publicación de El Sombrero de Tres Picos, una obra de Pedro Antonio de Alarcón que ganó popularidad, fue traducida a varios idiomas y además metamorfoseó sobre las tablas como ballet, llegando a todos los escenario del mundo. Será otra la ocasión en la que nos centremos en la estrecha relación que existe entre el músico Manuel de Falla y la ciudad de Guadix, pero también razonable recordar que esta ciudad lo nombró hijo adoptivo en 1927 con justificada razón.
Se podría considerar que la cuna alarconiana aún está escasa de esfuerzos en promocionar y ahondar en lo que su más insigne escritor supuso para la misma. Siendo el caso que hasta hace relativamente poco no existía en su casa natal una placa o inscripción que referenciara el lugar. Y es que Guadix ha de enfrentarse a su propio carácter, especialmente en el ímpetu de abandono. Sirva de metáfora la sala alarconiana: una vez conseguido el despacho del escritor para exposición permanente, su emplazamiento original en el antiguo seminario sufrió un primer desahucio, al que le siguió otro más desde el Palacio de Peñaflor hasta refugiarlo en el Palacio de la Fundación Visconti. No faltan remedios caseros a problemas de envergadura mas, siendo serios, es conveniente trazar con esmero un proyecto que posicione Guadix como orgullosa ciudad de su célebre paisano.
La creación del Premio Nacional de Periodismo que lleva su nombre y es entregado a grandes personalidades de este ámbito ( siendo los últimos en recibirlo Vicente Vallés, Ángel Expósito, Pepa Bueno y Almudena Ariza) se ha posicionado como uno de los grandes galardones junto el Mariano de Cavia o el Luca de Tena. Sin embargo, en los otros dos sí son los reyes de España los que están presentes y son invitados a darlos. Son muchas las ocasiones en las que se ha insistido al Ayuntamiento a que curse esta invitación a Casa Real para que S.M. La Reina Letizia pueda estar presente, dándole mayor prestigio y solemnidad con la presencia de estas autoridades. No estaría demás que fuera esa la excelencia que Guadix ansiase conseguir.
Volviendo a la efeméride del 150 aniversario de la obra de Alarcón, es en Guadix donde ADEPA considera que debería haber un reflejo permanente y accesible. Existe una tendencia a suplantar todos los grandes hitos por actividades efímeras que, si bien ennoblecen y gratifican, no terminan de apuntalar la trascendencia que debería marcarse. Ya ocurrió con el 180 aniversario del nacimiento del autor (2013) como en el 190 aniversario (2023) exceptuando la placa en la casa natal que ADEPA colocó (como en la finca donde estuvo la casa natal del escritor Tárrago y Mateos en su 200 aniversario). En 2033 se cumplirán sus dos siglos y sería considerado tener en mente la cita. Es posible que todo esto suene a nimiedad o que pasar desapercibido sea la tónica. Las políticas de discreción a discreción no casan con una ciudad que se postula Patrimonio de la Humanidad.
ADEPA propuso al área pertinente diferentes opciones que pudieran plantearse para romper la tónica de la bagatela: en primer lugar se comentó que en la rotonda pintada entre la calle Granada, la calle del Corregidor y la calle de la Molinera (más indicado para el caso no podría darse) colocar un tipo de tótem que hiciera relevo al circulón blanco en el asfalto; en segundo lugar, en el propio monumento a Pedro Antonio en el parque, restaurarla (al menos la rinoplastia que el tiempo obliga a intervenir) y en la peana austera y vandalizada, podría flanquearse con azulejos que representen las obras del autor. Hay incluso otras opciones factibles que están encima de la mesa y que pueden ser gratas para la ciudadanía.
¿Y por qué debería estar el Sombrero de Tres Picos presente en Guadix, a diferencia de otras obras del autor? Entre todas ellas, son El Sombrero de Tres Picos (1874) y El Niño de la Bola (1880), los dos que con más aprecio dejan a Guadix como escenario de las páginas del romanticismo decimonónico. El tercer capítulo del Sombrero dice así:
En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad de *** un famoso molino harinero (que ya no existe), situado como a un cuarto de legua de la población, entre el pie de suave colina poblada de guindos y cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen (y algunas veces de lecho) al titular, intermitente y traicionero río.
De ser la molinera y el corregidor ínclitos accitanos, nada los ensalzaría más que censarlos con su presencia en nuestras calles, que la literatura de la mano de Pedro Antonio de Alarcón por su Guadix siga teniendo afecto por los lectores y viandantes, pues la cultura suele ser cuestión para los cinco sentidos.
Fran Ibáñez



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