Pequeño gran cascamorras
Fotografía realizada por José López y publicada en rrss de Cascamorras. Plaza Villalegre, 2018.
Las tradiciones son como un collar engarzado que expresan algo único e inequívoco de una sociedad. A veces aprietan y otras se deshacen, pero en todas exhibe por medio de la cultura el legado recibido durante generaciones. Ora más arcaicas, ora más noveles, conforman un patrimonio inmaterial exquisito y evidente digno de preservar. No obstante, hay festividades que no pueden someternos ni doblegarnos, sino adaptarse y convenir a los nuevos tiempos. Este sea el caso del fabuloso Cascamorras.
Durante años, Juan Pedernal (Pedro Lagarto, Cascaborras o Cascamorras) tuvo en su fragua aires lúgubres y aterradores. Quizás por sus tintes o sus tratos. Algo así como un alma errante que vaga a la fuga entre la multitud con una porra ondeante y amenazante con la que defenderse o hacer justicia. Cualquiera que llegue a Guadix y desconozca la fiesta puede sospechar que la ciudad ha padecido una masacre. Manos "ensangrentadas" sellan tapias y aceras por doquier. Rebaños de seres arcillosos toman el mismo e instintivo camino. Ráfagas de ocre serpentean calles, portales y ventanas ¿Qué no pensarán los niños en medio de la multitud sin llegar a ver al tal supuesto ínclito Cascamorras, cuando no es más que un común y anónimo personaje en la riada de personas que avanza? Entonces hubo alguien que dio en la clave.
Bastetana de cuna y accitana de corazón, dña Mari Carmen Cano, mientras ejercía su magisterio de infantil en el Colegio Divina Infantita de Guadix, observaba cómo los más pequeños temían al famoso Cascamorras. ¿Acaso no está en la infancia y en sus costumbres la patria de todos nosotros? Acercarse a la fiesta actualizándola era el entreacto necesario para soldar el eslabón suelto. El colegió invitó al Cascamorras D. Jesús Samaniego y él, arlequinado con el uniforme que en algunas ocasiones había defendido, acudió a la cita. El encuentro fue un sincero éxito. Del miedo pasaron al entusiasmo y en todos sus rostros el temor se deshizo en halagos. Todos alababan al héroe paisano. Ahora sí existía una unión entre el caballero que iba a por la Piedad cada año y sus infantes vecinos. Y de este ensayo el ayuntamiento se hizo eco, celebrando para todos los niños y niñas accitanos un Cascamorras infantil la mañana del 9 de septiembre por las calles del centro de la ciudad, que también se extendió a la ciudad de Baza.
Quien ha lucido este Cascamorras chico ha sido precisamente Sama, y ha vertido el mismo entusiasmo con la afición que a hora punta se congrega impaciente en la plaza de Villalegre para verle ondear la bandera y acompañarlo. Confeti y serpentina sustituyen los tintes granate, ocre y albero. Y a diferencia del histórico y tradicional, en este los que van junto a él a la carrera pueden verlo y distinguirlo, pues sobresale con la oficialidad de su vestimenta y el resalto de su tamaño. Un guiño perfecto para hacer más accesible la fiesta de interés turístico internacional e infantil universal, llegando a todas las edades en un formato amable e ilusionante. La fórmula enraizante para hacer acopio de cascamorreros.
Fran Ibáñez



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